lunes, 16 de abril de 2007



Dentro del autobús a mediodía me he dado cuenta que hacía más de doce horas que no había sonreído. Ya esta mañana me he levantado con un pie en el abismo y me ha costado más de lo normal coger el tren de vuelta hacia Barcelona. Y necesitaba hablar y me sentía solo y le daba mil vueltas a las cosas y me sentía triste, muy triste.

He pasado por Torreblanca y echaba de menos el verano, mi playa, a los míos, ser yo. Y me he acordado de mi abuelo, que este agosto no estará sentado en la puerta mirando quien entra y quien sale y preguntando que hacemos. Y las lágrimas me llenaban los ojos y no encontraba consuelo y me he tenido que refugiar en la separación de vagones para no dar la nota. Llorar en el tren, como tantas otras veces en mi vida.

Pero poco a poco he tenido que ir alegrando la cosa para poder llegar a casa y al instituto, y he pensado en todos esos proyectos dejados de lado que tengo en la cabeza y que nunca hago y me he acordado de lo loco que soy. Debo preocuparme de vivir, no de morir y ser más valiente. Y he vuelto a tener miedo. Pero no os preocupéis, sonreiré, como sea, sonreiré

3 comentarios:

nimue dijo...

alguns dies tenim por. Molts dies, fins i tot. Però l'esperit final és eixe, travessar la por. b7s!

yo dijo...

travessar la por com un desert que crema. A vegades aquesta calor és tan agradable

Anónimo dijo...

Tranquilo, pronto estaremos en nuestro paraiso, Torreblanca, con los nuestros. Sin preocupaciones, disfrutando de la vida.
Pero este año nos costará hacernos a la idea de que el abuelo se ha ido y volveremos a llorar como muchas y muchas noches sigo haciéndolo, pero supongo que nos acostumbraremos, aunque tampoco quiero hacerlo.
Un beso hermano mayor.
Y ánimo que sé lo que es estar lejos de los tuyos.