lunes, 2 de abril de 2007

Valencia lleva ya puesto su traje de abril, florido y luminoso, el traje de las tardes largas, de mangas cortas sin sudores, que despide al invierno con timidez y saluda al verano con las ganas de una ciudad que se sabe del mundo del calor. Y allí volvía yo, a darle uno de esos paseos que no tienen ni inicio ni final, a enseñarle a mi abuela los edificios que hablan, las torres que vigilan, las iglesias que recogen. Y a pensar.




Y hoy pensaba en una ciudad en blanco y negro, musicalmente ruidosa, de gente con corbata y trabajo en la oficina, de copas de martini y luces de neones al anochecer, de coches con formas puras y faros exteriores. Pensaba en una ciudad de gabardinas y sombreros, de cafés y máquinas de afeitar, de periódicos en las máquinas y con una banda sonora de jazz. Para muchos seria, para mi cabeza era elegante, sumamente elegante, una ciudad de cómic, de historias escondidas, blancas y negras.



Y he cruzado la calle y de frente un hombre sin una pierna, que andaba con muletas, con la cara pintada de payaso y una camisa que tenía multitud de colores. Y ha pasado un coche con música caribeña y cerca chillaban unos niños en el patio de un colegio y en la misma acera la casa de los caramelos y el viento que agitaba las banderas y tiraba las flores de los árboles. Y el ruido imprevisto y nada previsible y no había manera de esconder los colores y menos en abril, que no hay manera de quitarle el vestido a mi ciudad

2 comentarios:

nimue dijo...

València en primavera té un aire especial... sí... buf! anda que no fa temps que no la visc per allà la primavera!

yo dijo...

pareix que reviu de tot allò que li passa. Xicoteta com és, explota a la seva manera. Tinc sensacions estranyes amb la meva ciutat, sembla dormida i de sobte et tira un bufit de vida que et tira d'esquenes. M'agrada, i ara molt