el sol caía por mi espalda en la ciudad cuando de repente me he fijado en mi sombra y he visto que era la sombra de un cualquiera y de un ser vacío. Me ha dado frío, me ha dado miedo y le he dado la razón a mi sombra. Cuatro esquinas más al norte un ángel de tez tostada y palabras de sensatez me ha puesto un espejo delante de mí y mi alma sigue corriendo hacía estepas reconditas buscando algún tejado fuerte de futuro y de ilusiones posibles y cumplidas donde meterse y refugiarse lejos del pavor de una vida extraña y sin rumbo aparente. El ángel era desvalido como yo y a la vez yo le estaba mostrando un espejo a él, así que el sentimiento de rabia ha sido compartido y nuestras desgracias se han abrazado con fuerza y nos hemos comprado un paraguas para chaparrones futuros.
la tarde ha seguido como de costumbre y en una habitación nos han explicado como deberiamos vivir. He pintado un torrente de aguas, un desagüe por donde salían mis rarezas, por donde mi cuerpo se limpiaba y después he compartido un espacio de mi vida con gentes que quieren mejorar la suya. He podido quitarme el olor a vacío de la tarde y he compartido una sonrisa.
a veces me siento solo, a veces no me entiendo, a veces no sé que quiero, no sé que hago. Raro, siempre raro. Mi sombra, la de un cualquiera